(Alan Luna)
El hombre sale a la calle. Chupa el último Winston de la tarde. No cree que los autos sean reales. Se detiene frente a un sauce llorón que ya pierde la batalla. Un clacson lo despierta de una muerte temprana. ¡¡¡Imbécil!!! - le gritan desde un taxi. No importa. Su sangre está hecha de tempera roja y fría. Lo único que importa es un presentimiento verde claro que se proyecta de algún lugar. Es una luz familiar. Lo único real, en los últimos meses, le han sido unas pastillitas de colores que guarda en el bolsillo de la camisa. Ha empezado a llover, en esa parte del país las precipitaciones se extienden más de lo previsto. Un niño le topa la pierna y le pide unas monedas. El hombre saca un sencillo y lo dejá caer en la cajita del muchacho. Se siente mejor. El reflejo de algo que lo llama vuelve a encenderse. Y, al fin reconoce ese llamado. Es un enorme anuncio publicitario con la imagen de Adriana Lima, la top model brasileña. El hombre se siente en un andén a contemplar la imagen. Por esa noche no necesitará pastillas.
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