Otra versión del Diablo

“En el Libro del Destino / inscribiste todo el mal /

y todo el bien / que esperabas de mí / en esta existencia”.

(OMAR KHAYYÁM)

Un niño le pregunta a su padre: ¿por qué Dios creo al Diablo? Y el padre le responde ¿y quién te dijo que el Diablo fue creado?

Es probable que el Diablo siempre haya estado allí al igual que Dios porque, en buena cuenta, serían la misma entidad simbólica.

No se busca aquí replantear postulados teológicos ni inducir a teorías conspirativas respecto a la Fe, tan solo analizar desde la curiosidad del sentido común una versión nueva de los postulados católicos.

En la mitología griega, Prometeo movido por su amor a los hombres “les regala el tesoro del fuego sagrado aunque para ello se haya visto obligado a robárselo al propio Júpiter, quien le hace pagar de forma terrible su generosa contribución a la humanidad, ordenando a Mercurio que lo precipite en el Tártaro y lo encadene en la cima del Cáucaso, donde durante cientos de años un buitre le devoraría las entrañas, las mismas que se regenerarían para continuar con el suplicio eterno. Los hombres también recibieron su castigo con un intenso Diluvio”.

Finalmente, Hércules dio muerte al buitre y Júpiter perdonó a Prometeo. Desde entonces el mito de “Prometeo Encadenado”, gracias a Esquilo, representa “la imagen viva del espíritu luchando con la materia inerte, como la razón en pugna con la fuerza, como la personificación de lo grande y elevado contra lo bajo y rastrero”.

Prometeo no solo es condenado por el acto del robo en sí, sino por la osadía misma de compartir la razón -esa sabiduría reservada a los Dioses- con los simples mortales, movido únicamente por el amor.

Desde las primeras teorizaciones respecto a la dualidad del Bien y el Mal, estaban presentes, y emparejadas, las de la Razón y la Ignorancia, las del Control del conocimiento y los Instintos más primarios. Entiéndase, el hombre que se dejara guiar por sus instintos se guiaría por el mal, el hombre que actuara cobijado por la razón sería alumbrado por la antorcha del Bien. Dios está en el discernimiento y el equilibrio y el Diablo en los instintos que solo buscan satisfacerse.

En el Edén, ese paraíso del embotamiento y la flacidez, Dios prohíbe a Adán y Eva, los primeros humanos según las creencias judía, cristiana y musulmana, probar de los frutos del árbol del conocimiento bajo riesgo de muerte. Pero, ¿qué padre que ame a sus hijos les negaría la luz del conocimiento? ¿Qué riesgo podrían correr los humanos de ser dueños de su propio destino?

Dios plantea la prohibición como una subrepticia invitación a la desobediencia. No existiría tal tentación sino existiese la necesidad de transgredir. No existían necesidades en el Paraíso, recuérdese. ¿Para qué la necesidad de controlarse? Pero ya que los primeros humanos poseían la pureza de la más conspicua ignorancia, salvo para revolotear como hippies en el verde jardín, fue necesario que apareciera un ente disociador que adoptase el papel de facilitador de la inminente transición, a riesgo de ser condenado eternamente por tal acción. Dicho sea de paso, si Adán y Eva lograron ser tentados es porque algo más que mera curiosidad debieron poseer en sus almas perfectas.

Satanás, el ángel caído (“Lucifer (del latín lux [‘luz’] y fero [‘llevar’]: portador de luz”), expulsado al Caos por rebelarse contra Dios, aparece en el Edén en forma de serpiente para tentar a Eva a probar del fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal, y así extender el “pecado mortal” a Adán y a la humanidad futura.

La figura simbólica de Satanás es probablemente la del primer indicio de razón propia después de Dios. Su rebelión -toda rebelión- requiere de un conocimiento que se oponga a otro. Satanás fue dotado de razón antes de que Adán y Eva pecaran de desobediencia.

Satanás es la imagen del hijo caído y castigado por rebelarse contra el Padre, similar a la de Prometeo condenado por robar el fuego sagrado de su dios supremo Júpiter. Ambos pecaron de discernimiento y de intencionalidad personal, ya sea por envidia o por amor: ambas características muy humanas.

Algunas religiones, tradiciones o doctrinas (Yezidismo, Luciferismo o los Gnósticos) consideran a Lucifer como una entidad positiva, libre de oscuridad, que se rebeló contra Dios para darle a la Humanidad la sabiduría, (y que luego) Dios lo perdonó y restauró como su ángel predilecto”.

Entonces, si Dios hizo una invitación subrepticia a la desobediencia, Satanás solo fue un vehículo de ese plan que buscaría, en buena cuenta, el despertar del hombre a la razón, y a todas sus aristas, ventajas y desventajas. Esa serpiente pudo ser el mismo Dios que en su infinita gracia, y a pesar de su deseo de protección eterna a sus hijos amados, tuvo que dar el empujón para que los polluelos dejasen el nido y se enfrentasen a la realidad, con el inmejorable regalo de la brillante tea del conocimiento. Dios practicó el libre albedrío en su más desprendida expresión, le dio al hombre la libertad de darle espalda.

No se podría entender un amor sincero si el mismo Padre hubiese creado a los humanos y al amor en forma perfecta para mantener un sistema jerárquico basado en una conducta inconciente, repetitiva y eterna. ¿Qué padre desearía que sus hijos lo amasen por el cumplimiento al pie de la letra de un mandato judicial?

Bajo la deducción de que Dios es Todo y que ni un cabello se mueve sin su voluntad, el mismo Dios pudo crear el equilibrio a través de la razón, materializando el peso contrario de la balanza en una entidad o actitud que proviniese de Él mismo. Dios puede ser el otro lado del espejo, creando por ecuación matemática “el Mal” que nosotros podemos elegir, evitar o combatir. Por ejemplo, ¿Judas fue tentado a actuar con traición o tenía una misión que debía cumplir a través del más doloroso sacrificio? ¿Tras de Judas estaba Satanás o el mismo Dios?

Jorge Luis Borges, en su cuento Tres versiones de Judas (Ficciones – 1944) hace una disertación literaria interesantísima sobre a la equivalencia de los órdenes complementarios: “El Verbo, cuando fue hecho carne, pasó de la ubicuidad al espacio, de la eternidad a la historia, de la dicha sin límites a la mutación y a la carne; para corresponder a tal sacrificio, era necesario que un hombre, en representación de todos los hombres, hiciera un sacrificio condigno. Judas Iscariote fue ese hombre. Judas, único entre los apóstoles intuyó la secreta divinidad y el terrible propósito de Jesús. El Verbo se había rebajado a mortal; Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y ser huésped del fuego que no se apaga. El orden inferior es un espejo del orden superior; las formas de la tierra corresponden a las formas del cielo; las manchas de la piel son un mapa de las incorruptibles constelaciones; Judas refleja de algún modo a Jesús. De ahí los treinta denarios y el beso; de ahí la muerte voluntaria, para merecer aun más la Reprobación”.

Muchas religiones y creencias consideran la no existencia del Diablo, explicando la maldad como el nivel de lejanía de uno con respecto a Dios. Eso asume que la oscuridad también proviene de Dios, pero que nosotros tenemos la libertad de elegirla gracias a que poseemos el poder de discernir entre el bien y el mal.

Como dicen algunos: el Cielo en el otro mundo, el Infierno en la Tierra. Dios en el alma, el Diablo en la carne. La

figura mítica del Diablo fue la identidad secreta de Dios. Luego el hombre adoptó e hizo suya esa figura para justificar su debilidad y alimentar los miedos propios y ajenos. Así el hombre le dio cuerpo y consistencia (y cuernos) a lo que para Dios solo era una idea de complementariedad.

Las posesiones demoníacas son parte del juego simbólico. La idea de ser “poseídos” nos asusta, nos aterra, nos aleja del mal y nos acerca más a Dios. El Mal encarnado tiene muy mala publicidad al perder casi siempre en los

exorcismos. Lo que hace realmente el Diablo a través de ese juego macabro es poner a prueba nuestra Fe, fortalecerla y difundirla, como a través de los Santos, por ejemplo, tantas veces tentados cuando eran simples hombres y tantas veces vencedores. Los demonios son tan inferiores a la sola presencia divina, como cuando le suplicaron a Cristo quedarse por lo menos dentro de cerdos antes de desbarrancarse. En resumen, la idea del Padre jugando con su propia sombra para asustar al niño y así atraerlo a sus brazos protectores.

La Iglesia ha jugado un papel curioso en el desarrollo de la razón como identidad de la sociedad moderna. Durante mucho tiempo sometió todo atisbo de pensamiento independiente, persiguió a los librepensadores hasta la misma hoguera, sumió a la humanidad en una época de oscurantismo, creó un sistema contra el progreso, impuso límites al conocimiento para mantener un régimen opresor basado en creencias. La razón entonces tenía un dueño: La Iglesia. Solo esa razón prevalecería y no la de los demás. La razón basada en los férreos dogmas de una Fe ciega.

Tuvieron que transcurrir varios siglos hasta que el Renacimiento terminase con la oscuridad imperante en la Edad Media, reactivando el conocimiento y su difusión.

Sin embargo, la evolución nos muestra un lado muy sugestivo de las teorizaciones teológicas. El hombre adquirió la razón a través de millones de años, y ésta le sirvió para avanzar de una manera vertiginosa en su desarrollo como sociedad y especie. Pero esa misma razón ha llevando a la humanidad a un extremo de alcances irreversibles. ¿Será la razón nuestra herramienta de autodestrucción? ¿Debimos llegar a este nivel de conocimiento luego de bajar de los árboles?

Cuando destruyamos el planeta en el que vivimos quizá nos preguntemos si hubiese sido mejor que nos ocultasen etername el fruto del Conocimiento.


¿Prometeo y Lucifer nos entregaron el fuego que terminará incendiándonos?

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Anotación: el autor de este artículo es agnóstico.


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1 comentarios:

Noé Alvarado dijo...

Muy bueno tu punto de vista. La imagen del diablo ha sido alimentada por una serie de posturas y mitos. ME gusta como disertas a cerca de la función que pudo cumplir lucifer en toda la historia de la humanidad.
Lo que es cierto es que las religiones están alimentadas por los dogmas y vivir con los dogmas es como vivir con los ojos vendados.

muy buen post. Te añadiré a mi blogroll