El debate principal del proceso electoral pasado fue la exclusión social, exclusión que no fue superada en modo alguno, sino retornada a su lugar original: el silencio. La Teta Asustada, la impactante película de Claudia Llosa y Magaly Solier ha desenterrado parte de ese debate que sirvió solo de excusa para la mayoría de políticos hace cuatro años. Por lo que la crítica a esta obra cinematográfica no solo es artística, sino sociológica y hasta política.
Los argumentos de los detractores de La Teta Asustada son tan primariosos como reveladores. Se preguntan indignados: ¿cómo nos deja a los peruanos en el extranjero? Y manifiestan en voz alta: ¡El mundo creerá que somos pobres, tristes e incivilizados! ¡Nos deja peor que Laura Bozzo! Se ha llegado al extremo de advertir que podría ser un peligro para la economía por su impacto negativo en el turismo. Y demás perlas.
¿Por qué a muchos les duele tanto La Teta?
Quizá porque plantea una ficción muy parecida a la realidad aún latente de nuestro país y que se aleja de los discursos oficiales que nos cuentan que el Perú avanza a la velocidad de un tren bala con una descollante economía. Para verlo desde un punto de visto político conservador: La Teta malea el discurso. Así de simple. O para escenificarlo mejor: ¿Si Meche Araoz no fuese ahora Ministra de Economía estaría haciendo una entusiasta campaña por La Teta Asustada en el exterior? Lo dudo. Creo que La China Tudela haría un papel más sensato. ¿Y es que acaso los temas que aborda de La Teta son estereotipos ya superados en nuestra nueva realidad?
La Teta no es un suvenir, y está en todo su derecho de no querer serlo.
En el Perú, y en los otros Perús, el miedo aún es un tema vigente. El olvido, la pobreza, la tristeza y la identidad cultural, por ejemplo, son pilares que sostienen parte de nuestra memoria colectiva, herida y aún sin reparación, sobre el conflicto interno que tuvo como victimas principales a los más olvidados.
La Teta Asustada es una conmovedora película que muestra a través de la ficción lo que pasa aquí nomás, en el patio trasero de nuestras seguridades, en nuestras propias narices, una realidad inocultable. Un espacio y unas vidas tangibles. En resumen, un capítulo imprescindible, una aporte visual para el futuro Lugar de la Memoria.
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