El nombre: Carlos Castañeda. O para los editores gringos, Carlos Castaneda.
Procedencia: ¿mexicana? ¿africana? ¿norteamericana? De hecho, peruana. De echo: cajamarquina.
Oficio: ¿brujo? ¿chamán? ¿maravilloso mitómano? Desconocido...
Verbo: misterioso...
El escritor González Viaña, a través de su blog, Correo de Salem, nos adentra en el maravilloso misterio de ese hombre que se negaba a las fotos como al matrimonio:
" Un posible libro inédito de Carlos Castaneda ha sido descubierto en Mount Angel, un convento benecditino de Oregon. El peruano Efraín Díaz Horna es el autor del hallazgo.
En las publicaciones del autor de Las enseñanzas de don Juan, no aparece foto ni indicación alguna sobre su identidad ni sobre su país de origen. El descubrimiento de Díaz Horna parece mostrar otra faceta del misterioso antropólogo. A lo mejor, éste habría sido antes de hacerse famoso, un joven monje benedictino.
Díaz Horna, quien dedica una paciente jubilación a los estudios históricos, encontró refundidos entre textos medievales de la biblioteca del convento, unos cuadernos de poesía mística dedicados a San Juan Evangelista cuyas hojas amarillentas muestran la firma de Carlos Castañeda cuando todavía no perdía la “eñe” de su apellido.
Según asevera Díaz Horna, desde hacía años, había escuchado a algunos lugareños referirse a un joven peruano de ese nombre que habría habitado en la comunidad en los años que corresponden a su llegada a USA. Al parecer, la vida monástica no fue de su agrado, y de allí partió hacia la UCLA, la universidad de Los Ángeles donde estudiara.
El único error de su vida
Vendió ocho millones de copias de Las enseñanzas de don Juan, su primera obra. Dio vueltas sobre el tema del chamanismo en otros ocho libros que le produjeron más de 50 millones de dólares. Fue traducido a 20 idiomas. Se le consideró profeta y, por fin, a partir de él un grupo de intelectuales desesperanzados fundó una “Nueva Edad” (el movimiento gringo del New Age). Pero cometió un solo error en la vida: se casó, aunque después se separara, negara el matrimonio y afirmara a gritos que un profeta casado es un personaje ridículo.
Carlos Castañeda no protestó cuando los editores le quitaron el rabito de la eñe a su apellido, y no aceptó cuando le pidieron una foto para la contracarátula. Sus libros no tenían más identificación que aquel nombre debajo del cual no aparecía ninguna reseña biográfica, y por eso nadie supo jamás, a ciencia cierta, de dónde era, qué edad tenía, qué había estado haciendo antes, y ni siquiera si el nombre que estaba usando era un nombre real.
En las poquísimas entrevistas que concedió, aseguró que provenía de Brasil, aunque también dijo ser un príncipe persa, un sabio portugués y un faraón egipcio reencarnado. Ahora se sabe que era cajamarquino.
En cuanto a su personaje, el sentencioso chamán mexicano don Juan Mateus, Castaneda sostuvo que lo había conocido en una estación de autobuses de Los Ángeles: en estos momentos se duda de si de veras existió."
El artículo completo en el Correo de Salem
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