En el Perú, las fuerzas oscuras no se consumen ni se destruyen, tan solo se transforman, y a veces simplemente regresan con más vitalidad.
Hay algo que la gente está pasando por alto. Y es el peligroso carácter vengativo que la mafia fujimorista ha venido incubando desde mucho antes de este proceso electoral.
Uno puede recordar lo que vociferaba un exaltado Kenji Fujimori en septiembre del 2007, en un improvisado mitin frente a Palacio de Justicia, días después de la extradición de su padre: “¡Jamás vamos a aceptar que lo toquen al Chino. De lo contrario, señores caviares, con el Poder Judicial, vamos a tener que medir fuerzas en las calles!”. Obvia amenaza a los que lograron que se extradite al dictador, el mismo que años atrás huyera del país y renunciara por fax.
A una severa Keiko Fujimori, en abril del 2009, cuando se condenó a su padre a 25 años de prisión por delitos criminales: "No pararemos hasta lograr la libertad Alberto Fujimori".
Y a una recargada Martha Chávez, en este pasado mes de abril del 2011, amenazando al presidente del Poder Judicial, César San Martín: “El doctor San martín tendrá que responder por varias cosas en su momento”.
Y qué más decir del mismo Alberto Kenya Fujimori, supervisando toda la campaña de ese holograma llamado Keiko, desde la misma DIROES, para vergüenza internacional. El Samurai abatido, ahora mismo shōgun, haciendo consejo de guerra desde su propia celda. Masticando su próxima libertad y afilando su vieja espada nihontō.
Estas muestras de fujimorismo puro, más que exabruptos, son señales claras de los que nos espera durante los próximos cinco años de gobierno naranja.
Los fujimoristas, no nos quepa duda, más que con ganas de reivindicarse, vienen con ganas de vengarse.
Vengarse, en primer lugar, de los jueces, fiscales, abogados y testigos que tuvieron que ver directamente con la condena de su líder. Vengarse de toda la gente que constituyó e integró la impecable CVR. Vengarse de las Asociaciones civiles que defendieron los Derechos Humanos durante el fujimorato. Vengarse de los familiares de las víctimas de los casos más emblemáticos que hundieron al dictador. Vengarse de los periodistas y empresarios que no se pusieron el kimono. Vengarse de la sociedad civil en pleno, liberando a todos los sentenciados y procesados por delitos cometidos como parte de la política criminal de Alberto Kenya Fujimori. Vengarse de las ONGs. Vengarse, en suma, de la democracia peruana.
El diario La Primera denunció un plan de demolición contra el candidato Ollanta Humala, denominado “Plan Sábana”, que, según las fuentes, estaría siendo perpetrado por el actual Servicio de Inteligencia y financiado por un grupo de empresarios mineros.
Dicho ‘plan’, que fue reseñado incluso por el mismísimo Mario Vargas Llosa, en su columna Piedra de Toque del 8 de mayo en el diario EL PAIS de España, es por decir lo menos, alarmante.
De ser cierto, estamos ante el retorno de las peligrosas tácticas de amedrentamiento de la dictadura de los noventa.
El fujimorismo que nos gobernará del 2011 al 2016 va a ser una mafia sumamente rencorosa.
Keiko pondrá en marcha uno de los gobiernos más asistencialistas de nuestra historia. Mientras tanto, la mafia que la representa y ampara, encabezada por un Alberto Kenya Fujimori, liberado en el primer o segundo año de gobierno de su hija, va a sacar los colmillos de la venganza. Ellos tienen la sangre en el ojo, y nosotros les vamos a otorgar el absoluto poder para herirnos.
Y así seguir escuchando la prédica diaria de los medios de prensa: “Keiko no es su padre”.
Pues, cómo dijera el ex Ministro fujimorista de economía, Hurtado Miller, en agosto de 1990: “Que Dios nos ayude”.
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