Crónica fotográfica de "Todos los Santos" y "Fieles Difuntos" en Cajamarca



Todos los santos de sol, todos los muertos de lluvia

por Alan Luna
Es extraño comprobar -como siempre-que los muertos mueren dos veces con el olvido, y que los vivos respiran mejor con el recuerdo. Niños pasean con escaleras para alquilar, ofreciendo, de paso, un arreglo a las lápidas -de acuerdo a la economía del consumidor, claro-. Unas velas, unas flores, ¿una pintadita, seño?,…etc.

El cementerio general de Cajamarca se convierte en una feria de dos días. Una feria de comidas, carretillas, flores y bollos. Un desorden cubierto con toldos para el sol, el primer día; y para la lluvia, el segundo. Sábado y domingo tienen sentido religioso o pagano según la tradición. Un anciano habla solo. Le está conversando a su señora que tiene décadas de haber partido. Bajo la protección de su sombrero le cuenta cosas de los hijos, de los nietos, de los terrenos. Llora, pero ya sin lágrimas, para ir de la exposición al sueño en un segundo. Los vendedores evitan altercado dividiendo la zona. Los de las velas por ahí, los de las flores por acá, los de los paraguas por allá, y rotan cada veinte minutos…

Pero hay otra división aún más terrenal entre la costumbre y la necesidad. El pabellón que está a la entrada posee los mausoleos mejor conservados: hermosas imitaciones de mármol con ángeles que le reprochan a la nada. Conseguir un lugar allí significa miles de soles. Las aseguradoras ofrecen todo. Incluso han instalado stands en la entrada para atender al paso. Los nichos a la altura del pecho son los más requeridos. Edificios de blanco parecen modernas ventanillas de Otuzco.

Pero es pasando este laberinto de cemento que se amplía la visión. Ahora el respeto da paso a la tierra y a la hierba. El campo es amplio. Amplio y pobre. Las cruces de madera y las lápidas de piedra se ocultan y se devoran una a otra, entre el barro, las espinas y las lagartijas. Encontrar a un familiar a veces es un verdadero reto, y uno sin querer puede estar coronando la tumba del vecino. En ocasiones el arreglo consiste en rodear simplemente de piedras el montículo ya difícilmente visible.

Familias completas deben arreglárselas para acampar bajo el sol o el aguacero. La comida es mejor traerla en taper plásticos. Ya no se recuerda si el plato a probar era el preferido del finado, pero de hecho sí el de los vivos. Hubo un tiempo en el que se cantaba, con acompañamiento de bandas típicas y todo, en el que se brindaba con el olor de los perfumes caseros y cerveza en abundancia. Ahora, las visitas duran cada vez menos, y los arreglos por manos ajenas son más baratos y prácticos.

Pero, como dice uno de los niños que roban flores para venderlas metros más allá: los muertos que pue te van hacer

La diferencia superficial puede ser clara; pero debajo, todos son iguales. Iguales como ese general de mausoleo negro que murió hace más de cien años, y ese cuerpo que es traído a campo abierto -en corte fúnebre- esa misma mañana de sábado.



































Article written by AUTHOR_NAME

WRITE_ABOUT_YOURSELF

0 comentarios: