Adiós 2008

Y bueno, se acabó el año y ni siquiera tuvo la sensatez de ser circular y terminar en fin de semana, sino en un dudoso y agorero miércoles. Digamos, como que el quiebre no es el indicado. Pero igual, ahí se va…

Lo que me gusta de un nuevo año es esa sensación de pintura fresca, que va desde la misma cifra, -como en este caso- dos, cero, cero, nueve, hasta la idea de que todos envejecemos por igual, y que no hay retroceso en esa inmensa mole de calcio, muebles, ruedas y abrazos que es la vida. Todos avanzamos en el mismo trompo que hace rato ya perdió la pita. Pero, a suerte de caer en el snobismo más capitalino, no se puede estar exento de cierta esperanza porque las cosas sean diferentes, ya ni siquiera mejores, sino que fluyan, que el estancamiento de todo gire sus gruesos engranajes hacia algún lado para airear el ventanal que siempre da a la pared.

El Perú tiene un Perú que imaginar, un Perú que indemnizar, un Perú que rescatar, si es que desea curarse a sí mismo. Si la brecha se amplía, eso de las islas ya no solo será un eufemismo. Se desgajará la tierra en diferentes igualdades. Pero, regresando a lo del año nuevo, y si solo nos quedan tres años –como dice mi amigo Sixto Paz-, debería cambiar algo, al menos el contorno de nuestra sombra. Y no estoy hablando de un mundo ideal, para nada, pero al menos sí, de uno con más sentido común. El sentido común es la capacidad de que a cualquier ser humano le gusten Los Simpson, según la RAE.

Ojalá que este año los espejos retrovisores sirven como enormes alerones para ir un poco más lento por la pista –sí, más lento, todavía-. Un animal muerto, tapizado en la brea. Calor. Plásticos en los arbustos secos, gallinazos falsos. Más piedras y piedras. Desierto seguido de cerros. Un perro ladra. Se cae la revista. Colores. Asfixia. Verdes, grises. Óxidos. Eucaliptos y niebla que quema. Frío. Carraspeo de garganta. Señoras que conversan con la ventana. Insectos. Una película mala. Vendedores. Una empanada, chicha morada, agüita. Eso fue al inicio, creo. Un muñeco que se quema: antorcha, ícono, símbolo de la mala suerte de ser un muñeco de aserrín en fin de año.

Bienvenidos…y sujétense fuerte.

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