Y alguien golpea de repente,
con su corazón lleno de papeles.
Su cariño se le ha adelantado dos pasos.
Nos puso en la mesa su identidad, sus monedas,
y prendió la luz. Nos asustó de buena manera.
Nos hizo un mapa, y dibujó a sus hijos,
sus ángeles invisibles arrasados por la pobreza.
Trazó el punto cardinal de la locura;
salivó el idioma internacional del dolor
con su tinta que ya aclaraba de inocente.
Bibliotecario por enfermedad terminal, filántropo.
Nos habló de su retiro al sol
en su volkswagen verde cajamarquino de toda la vida,
con los tanques al tope de gasolina.
Al día siguiente, el más hermoso de los eclipses
fue visible en dos mil años.
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