La Vida con Dignidad Ontológica (1ra parte), Por Alíndor Luna Tello

LA REFLEXIÓN ONTOLÓGICA DE MARIANO IBERICO

Por Mg. Alíndor Luna Tello

Esquema: Tesis Ontológica: Vitalismo Idealista

- La Vida como categoría Ontológica

- La Vida y sus Atributos Esenciales

· Idealidad

· “Unidad – dividida”

· Creatividad libre

-Relación dicotómica: Ser - Aparecer

-Persistencia metafísica

LA VIDA COMO CATEGORÍA ONTOLÓGICA

Mariano Iberico es un filósofo de la “Vida”, o de lo que el mismo denomina “Corriente Vital”, o “Elan Vital”. Pues, su actitud meditativa y su vivencial preocupación metafísica u ontológica, tuvieron siempre como tema cardinal y medular, el tema de la vida.


La vida, en Iberico, es lei motiv y fuente inspiradora incontestable de su pensamiento y de su obra. Desde el comienzo hasta el final de su honda, sentida y apasionada meditación, la vida, se ofrece para el filósofo cajamarquino, como manantial inagotable, rico y fecundo en insinuaciones y sugestiones para la multilateral aprehensión cognoscitivo – reflexiva.


La vida –con dignidad ontológica- es sublime y excelsa; diríase que es algo así como la suprema tentación del filósofo, del científico, del poeta, del místico, y, en fin, del hombre que indaga y busca una explicación valedera a su ser vital-existencial.


¿Qué es la vida para Iberico?


¿Es, en verdad puramente biológica, o es una instancia metafísica?


La vida que concibe Iberico no es pura y exclusivamente la vida bio - síquica, real y concreta, la misma que por su carácter particular, no vendría a ser sino manifestación y expresión de una vida más genérica, universal, cósmica, abstracta y absoluta, de naturaleza esencialmente espiritual, ideal en eterno devenir que se despliega fluídica, libre y espontánea en toda la infinitud cósmica, dando origen, consistencia, esencia y forma a la diversidad fenoménica. La vida síquica –sobre todo la conciencia-, en la consideración de Iberico, se constituye en una instancia representativa, por excelencia, de la “Corriente Vital”, del “Elan Vital”. Conociendo la vida de la conciencia, podemos conocer la naturaleza de la vida universal. “Debemos profundizar – dice Iberico- en la propia conciencia que, con las demás conciencias individuales, representa una diversificación de la corriente vital” (M, Iberico, Una Filosofía Estética, p.91).


Así, pues, para Iberico, la vida es, por un lado, vida bio – síquica, y por otro lado, no es ella. Es algo más. Se trata por una parte, de la vida tomada stricto sensu, vida concreta, vida física; por otra parte se trata de la vida tomada latus sensu, vida abstracta, vida metafísica. La vida tiene para Iberico un valor metafísico: es una entidad real y simbólica. Es algo así como el “agua” de Thales, como el “aire” de Anaxímedes, o como el “fuego” de Heráclito. Agua, aire y fuego, que siendo entidades concretas, materiales y por lo tanto reales, adquieren en la consideración de los pensadores pre-socráticos, un carácter general y abstracto. De instancias físicas, ellas pasan a ser instancias metafísicas. La vida, en la reflexión de Iberico, corre similar suerte. Sin embargo, se diferencia de la reflexión pre-socrática, porque los filósofos griegos, en su proceso de absolutización de entidades materiales, no las despojaron de su esencialidad constitutiva, cual es su materialidad, constituyéndose de ese modo, en los fundadores de una ontología materialista. En cambio, Iberico, al absolutizar la vida concreta, la mutila y la despoja de su base real, física y material, desembocando en una postura idealista.


La “Vida”, tal como la concibe Iberico, viene a ser en síntesis una CATEGORÍA ONTOLÓGICA, UNA INSTANCIA METAFÍSICA. Es razón universal del mundo natural, del mundo social, del hombre y de la conciencia misma. Es, por decirlo así, fuente originaria, causa generatriz y madre procreadora de todas las causas. La vida sería como “… un fondo de donde todo brota y a donde todo vuelve.” La vida metafísica da cuenta de toda la individualización, diversa, multiforme y cambiante. La vida, por dignidad ontológica, es origen de todo, está en todo, y es todo.


La tesis metafísica que postula Iberico es un VITALISMO IDEALISTA: es vitalista, porque abstractivamente eleva a la Vida a la categoría suprema de SER; es idealista, por atribuir a este principio ontológico el carácter de idea, de espíritu, de inmaterialidad, y por considerarlo, en última instancia, no sometido a las leyes que rigen el mundo físico.


LA VIDA Y SUS ATRIBUTOS ESENCIALES

La “vida” como “absoluto”, como entidad subyacente, allende la multiplicidad, tiene sus atributos inconfundibles, de los cuales –anotamos- los más esenciales son: Idealidad, Unidad Dividida y Creatividad Libre.


Idealidad de la vida.- Tal como afirmamos en líneas anteriores, la vida metafísica concebida por Iberico es de índole espiritual, inmaterial, divina; es el “Elan Vital” bergsoninano. La vida no es otra cosa que pura espiritualidad, y es espiritualidad omnicomprensiva. “El espíritu –afirma- Iberico es todo; el único enigma y la única clave.” (M.Iberico. “La Intuición Estética”, en Una Filosofía Estética, p. 121). Como sostiene Salazar Bondy: “Lo existente, pues, es el espíritu. El vitalismo se consuma así en un idealismo del espíritu”. El impulso vital –el único que existe realmente- se hace ostensible en todo, en los procesos y fenómenos del mundo y en los actos del hombre. “Nosotros creemos –agrega Iberico- que el espíritu es todo: sujeto, objeto, teoría y práctica; pero dentro de sí mismo el espíritu efectúa dos movimientos inversos: uno hacia la solidificación de la fluidez vital, el cual crea la exterioridad; y otro que tiende a recoger nuevamente todo el contenido disperso de la experiencia para reincorporarlo en la entidad cambiante y fecunda de donde ha salido”. (Ibid. p.131).


Cabría preguntar: ¿Si el espíritu es todo, cómo se explica la existencia y la presencia de la materia? ¿Cuál es la génesis de la materia, de la “exterioridad”? En el mismo texto que antecede, Iberico da cuenta de este problema, cuando afirma que el espíritu efectúa dentro de sí dos movimientos inversos, “…uno hacia la solidificación de la fluidez vital, el cual crea la exterioridad…” (el subrayado es nuestro). La génesis de la materia – según Iberico- es la misma que postula Bergson: es una “génesis ideal de la materia”. La materia, que es “exterioridad”, vendría a ser espíritu solidificado, vida exteriorizada y especializada. La génesis de la materia entonces, la encontramos en la existencia de la contradicción dialéctica inmanente a la vida, al “Elan Vital”, al “Ser”. La materia es resultado necesario del devenir eterno y consustantivo a la vida absoluta, vale decir a la vida metafísica. La vida que es espíritu, realidad vital en constante devenir, en eterno dinamismo creador, engendra su propio gran obstáculo, o, como diría Salazar Bondy, “su mortal contrapartida”, la materia.


De este modo, la materia resulta ser una fuerza contraria, negativa a la plena realización del espíritu, de la vida, que pugna por expandirse, por afirmarse, por que es “inquietud”, “juventud”, “libertad”; en cambio, la materia es “inercia”, “indiferencia”, “necesidad”. Afirma Iberico: “La vida es libertad, la materia es necesidad; la vida es juventud y actividad, la materia es indiferente. Libertad, juventud, inquietudes que pugnan en el fondo del espíritu individual dando origen a todos aquellos conflictos en que, por una parte, tiende a afirmarse y expandirse la vida, mientras por la otra, la materialidad invasora trata de acumular sus sedimentos sobre la espontaneidad creadora de la conciencia”. (M.Iberico, Una Filosofía Estética, p.92). La materia, por tanto, es resistencia al despliegue libre de la vida, es detención potencial o posible del impulso vital, es interrupción de la tensión vital, es dispersión de vida. La vida y la materia están en una relación contradictoria: la vida es un movimiento hacia delante, la materia es un movimiento hacia atrás, o, como diría Bergson: “La vida es un esfuerzo para ascender por la pendiente por la que baja la materia.” Respecto a este punto, Salazar Bondy afirma: “Pero materia y espíritu no son dos instancias separadas en la conciencia y en el cosmos. En aquella como en éste la realidad es una. Esta realidad no puede ser sino la positividad del universo, es decir, la vida, frente a la cual la materia es una decantación, un producto de decadencia y parálisis. El universo en verdad no mira hacia atrás, no vuelve la vista en el proceso de la evolución sino que se nutre y se afirma en el ascenso hacia lo inédito y multiforme de la vida renovada. Lo existente, pues, es el espíritu. “(A. Salazar Bondy, Historia de las Ideas en el Perú Contemporáneo. p. 244)


(...sigue)

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