PERSISTENCIA METAFÍSICA DE IBERICO
La actitud metafísica de Iberico –su vitalismo idealista- aparece reiterada y constantemente en la mayor parte de sus obras. Todo su pensamiento está profundamente penetrado de esta opción indagativa por la realidad última y substancial.
En Iberico la opción metafísica es reflexión y es vivencia; es idea y es sentimiento. Es una idea y sentimiento del ser y por ser, de la vida y por la vida. Bástenos, pues, para confirmar lo aseverado, analizar algunos aspectos de algunas de sus obras. Por ejemplo, en su colección de ensayos publicados con el nombre “Perspectivas sobre el Tema del Tiempo”, el autor deja traslucir su postura metafísica. “Igitur una simbólica de la nada” (cap. X.), “Es la interpretación –dice Miró Quesada- de un oscuro y poético cuento de Mallarme, que según el autor, simboliza la dialéctica del ser y la nada, y que expresa una mística diferente de las tradicionales: la fecundidad de la nada” (Francisco Miró Quesada, diario “EL Comercio”, Lima, Perú, 22 de febrero de 1959. p.5). En “La metafísica del canto en los sonetos a Orfeo de Rainer María Rilke” (CAP. XI), agrega Miró Quesada que “se sostiene la apasionante tesis de que, para Rilke, el canto es la experiencia poética fundamental y que es el fondo de donde todo brota y la invocación que llama al ser a la presencia. En los sonetos se descubre así una concepción metafísica del mundo, concepción que, aunque Iberico no la dice explícitamente, es, en el fondo, la suya. A través del método estético revela la sustancia de la poesía de Rilke, y llega a la conclusión de que la esencia del universo el canto, que es música, y que es tiempo pletórico de formas.” (Ibid, p.5). En el mismo ensayo, Iberico interpreta metafísicamente algunos versos de Rilke, de los cuales destacan dos:
1.- “Muchas estrellas esperan ser percibidas por ti”
2.- “Gesang is Dasein” (“El canto es existencia”).
Respecto del primer verso, Iberico afirma: “este verso… me parecía encerrar la idea de la vocación del ser hacia el aparecer y confirma la doctrina de que todo ser aparece, de que todo ser está hecho para la contemplación y de que así, en el fondo, todo cuanto existe aspira la transfiguración poética, y, como diría Holderlin, al himno.” (Ibid. p. 182). En el segundo verso, “El canto es existencia”, Iberico confiere un valor metafísico al vocablo canto: el “canto” adquiere dimensión metafísica. Escribe Iberico: “El canto sería el fondo de donde todo brota y a donde todo vuelve y al mismo tiempo la invocación que llama al ser a la presencia.
De todo lo cual resulta que en la expresión rilkeana se contiene un mensaje de sentido cósmico y que, por lo tanto, es legítimo ensayar una interpretación que busque en esa imagen los elementos y los temas de una concepción metafísica del mundo” (Ibid., p. 185). El canto rilkeano “simboliza la vida como infinita posibilidad de floración y transformación” (Ibid., p. 187). El “canto” simboliza asimismo, la muerte, la caducidad, el perecer; es una simbólica del ser en su lucha con el no ser. Afirma Iberico: “el canto es a la par celebración y lamentación es la vida que nace, fulge, se expande, llena y agranda el espacio, y es el acento fúnebre de lo que cae y muere, de lo que pasa y nos deja. Así el canto cubre e impregna la vida y la muerte, el dolor y el júbilo; es la voz del mundo; la vibración musical el todo.
“En su prodigiosa ambivalencia es el anuncio y la despedida, y en la propia jubilación de lo que nace, el lamento de lo que está destinado a la aniquilación y a la nada.” (Ibid., p. 186). “Y así, el canto, fondo sonoro del aparecer, al unir en sí el ser y el no ser, la vida, la muerte y la resurrección, en realidad es, ahora lo vemos con evidencia, la representación ontológica del todo como soplo, ritmo y cambio.” (Ibid., p. 187).
En “Notas sobre el Paisaje de
El “mensaje” y el “íntimo sentido” de la naturaleza, resultan incomprensibles e inexpresables para el foráneo visitante, no lo son –acaso- para el alma mística del habitante que “vivió ese paisaje y en el configuró su más íntimo sentimiento de la vida: el alma arcaica del indio. Porque hay entre el paisaje y la visión desprevenida e infantil del hombre primitivo una verdadera continuidad vital.” (Ibid., pp. 76 – 77).
(FINAL)
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