Internet y didáctica del lenguaje: ¿amix o enemix?



A propósito de impactos y variables en la era virtual, ¿cómo afecta Internet a la didáctica del lenguaje? De diversas maneras. Hay quienes creen que es un lenguaje uniforme el que se está abriendo paso entre las nuevas generaciones para formar una sociedad más democrática y sin prejuicios de identidad cultural. Un lenguaje más técnico que sintetice la comunicación y que nos ponga a todos en un plano sin jerarquías. Pero la mayoría ve un problema. El lenguaje se está desfigurando como tal. Las páginas que brindan servicios de Chat producen el fenómeno del reduccionismo expresivo. Las palabras se acortan a su mínima expresión. Se sustituyen por el criterio de la jerga más contemporánea. Se rompe la sintaxis y la corrección ortográfica por ser “pesadas, aburridas y lentas”. Se resaltan, en cambio, las ideas y expresiones con imágenes (emoticones) y sonidos preestablecidos: un rito mecánico que sigue buscando las claves para ser más ¿personalizado?
Esto se transfiere por igual a los mensajes de textos en las comunicaciones por celular y a la publicidad de llegada inmediata. ¿Eres amix o no eres amix?, reza una “ingeniosa” campaña que busca recabar fondos para -y entre- escolares.

Y entonces, si hablamos del lenguaje dentro de un contexto de sociedad contemporánea, ¿ya se puede hablar de Cibercultura?

Claro. Es un hecho que vivimos de forma distinta ahora que no hay barreras para la información, comunicación y expresión. La Cibercultura está en lo que hacemos a diario, está compuesta de pequeños detalles que juntos hacen una realidad simultánea y a la vez familiar. Y no estamos hablando necesariamente de expresiones algo ajenas como las de un mundo 3D como Second Life, un enorme país inmaterial en Internet que alberga a millones de usuarios que pueden crearse a gusto un cuerpo tridimensional, un lenguaje, unas características especiales -como volar, por ejemplo-, e interactuar con otros usuarios de todo el planeta para charlar, transar negocios, hacer política, tener sexo, etc.; sino, de lo que nos representa ya una necesidad sujeta al mundo real. Según estadísticas recientes, el peruano es uno de los más grandes consumidores de Internet. El número de cabinas públicas que brindan este servicio es casi epidémico (entre las que abren y las que cierran). El e-mail mató a la carta, y el mensaje de texto matará al e-mail. Cualquier persona desde su domicilio puede descargar gratuitamente toda la música que desee. Los celulares irradian hondas que tarde o temprano mostrarán sus consecuencias, y que, claro, también hacen más rápida la llegada de las noticias. Uno puede cargar toda su tesis universitaria en un USB de tres centímetros. El iPhone es una sofisticada computadora que entra en el bolsillo. No se concibe una empresa sin sistemas operativos. Los ingenieros de sistemas son los nuevos gurús del desarrollo. Un escritor envía un adelanto de su novela al editor por correo de Hotmail. Más de dos tres mil fotos caben en una memoria diminuta. Un artista puede hacer una producción musical con un micrófono y una laptop en la sala de su casa. Los que invierten en la bolsa hacen clics desde sus camas mientras consumen kilos de comida chatarra. Una joven ofrece su virginidad al mejor postor por Internet. Ministros o militares pueden ser destituidos por algún video revelador subido a YouTube. Los nuevos poetas solo oprimen anticlic en el Word y encuentran el sinónimo buscado. Extranjeros hackean páginas nacionales, y viceversa, con lemas divertidos y ofensivos. Terroristas internacionales enseñan cómo hacer bombas caseras. Portales de la Red enseñan como enamorar a una adolescente o a una viuda millonaria. Depredadores sexuales captan a sus víctimas suplantando la identidad de famosos en foros de Chat. Solitarios encuentran el amor de su vida dejando un mensaje en una Web que une parejas. El Twitter es el nuevo síndrome mundial de “estoy aquí, existo, y te quiero contar que”. Etc.

La nueva ola, esta marea digital incontenible, obliga al estudiante promedio, escolar y universitario, a asociarse con tres aliados de fácil acceso: Word, Google y Wikipedia. El problema es si esta automatización desconfigura el disco duro personal, ese que antaño recurría básicamente a libros como consulta: diccionario y enciclopedias. Las lecturas han cambiado porque la forma de leer del usuario promedio ha cambiado. La información proporcionada, en todos sus formas, por La Red exige rapidez, resumen, y sobre todo, lenguaje directo y cotidiano, de tú a tú. Y esta “adaptación” significaría perder el background que ya traíamos y deformar el lenguaje para siempre, en pro del entendimiento de los que a duras penas se verán las caras alguna vez. Harto trabajo para los actuales docentes de Lenguaje y Comunicación.
* (Imagen, de aquí)

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