Mario Vargas Llosa, ¿qué le ocurrió en el rostro?
Inauguró un Foro Literario, pero lo que a muchos llamó la atención fue las manchas que tenía en el rostro. Esperamos sinceramente que no sea nada de cuidado. Acontinuación la nota de "CANARIAS 7" sobre la inaguración.

Casi una hora con Mario Vargas Llosa
El peruano inauguró ayer su Foro Literario con una conferencia en la que relató su relación vital con el mundo del teatro
Mario Alonso
Las Palmas de Gran Canaria

Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) inauguró ayer el foro literario que bajo su nombre organiza el Cabildo Insular de Gran Canaria en colaboración con la Fundación Arpegio de la Comunidad de Madrid y la Fundación Ortega y Gasset, y que dirige el escritor canario J.J. Armas Marcelo.
El acto inaugural, que se celebró en el Palacio de Congresos de Infecar, estuvo presidido por José Manuel Soria y finalizó con una conferencia de 52 minutos del escritor hispano-peruano titulada Viaje a la ficción, en la que Vargas Llosa relató su estrecha relación con el mundo del teatro, disciplina con la que se inició como espectador a los cinco años y que ha desembocado en una breve irrupción como actor en un espectáculo titulado La verdad de las mentiras, junto a la actriz Aitana Sánchez Gijón.
El director del Foro Literario, Armas Marcelo, introdujo al ilustre invitado recordando una anécdota que contó un escritor peruano llamado Rafael Humberto Moreno Durán, «al que llamábamos Rh positivo por su optimismo», y en la que un maestro encargaba a sus alumnos adolescentes un trabajo literario en el que se combinaran cuatro elementos: «Sexo, religión, nobleza y enigma». Una semana después el maestro pidió un voluntario para que leyera su trabajo y un chico levantó la mano y leyó: «Ay, Dios mío, dijo la señora marquesa. Estoy embarazada y no sé de quién». El niño le explicó que «la religión estaba representada en Dios, la nobleza en la marquesa, el sexo en el embarazo y el enigma en el anonimato del padre. Aquel niño, sin duda, era como Vargas Llosa el primero de su clase».
Esta divertida introducción fue aprovechada por Vargas Llosa para comenzar su conferencia viajando a través del tiempo hasta sus años en Cochabamba (Bolivia), donde se trasladó su familia tras su nacimiento. Allí creció y se fascinó por primera vez en un teatro, «sin entender gran cosa», pero atento a «aquellos personajes de carne y hueso, aquellas historias».
Ya de regreso al Perú, su familia se instaló en Piura, donde presenció en 1951 la representación de La muerte de un viajante, de Arthur Miller, obra que «me conmovió hasta los huesos». Aquella experiencia le hizo cambiar, de los poemas y relatos que ya escribía en el colegio de La Salle, pasó a una obra de teatro con «prólogo, epílogo y tres actos (...), quería ser dramaturgo». La obra se titulaba La huída del Inca y ganó el segundo premio del 3º Concurso de Teatro Escolar y Radioteatro Infantil del Ministerio de Educación Pública. Además, en junio de 1952, vio representada aquella obra en Piura, «a los 16 años me sentí escritor».
Ya en Lima, como universitario, su contacto con el teatro fue como lector y tras recibir una beca para estudiar en Madrid, pensó que por fin iba a tener la oportunidad de ver el mejor teatro, pero «me encontré con que el teatro en España en 1959 estaba congelado». Vargas Llosa recordó entonces su viaje a París, donde conoció el teatro de Ionesco, Sartre, Bretch, Chejov...
El carácter persuasivo del teatro fue creciendo en su pasión por escribir y así firmó obras como La Chunga (la más representada), aunque de la que se siente más orgulloso es de La señorita de Tacna y de la interpretación que hizo de su personaje principal Norma Aleandro.
«El teatro no cuenta una historia como hacen las novelas. La representa, la encarna, la finge, la vive. Es de todos los géneros que se proponen generar una ilusión de vida la que está más cerca de la vida de verdad». Vargas Llosa -que avanzó en su relación con el teatro hasta su reciente experiencia como actor junto a Aitana Sánchez Gijón, bajo la dirección de Joan Ollé, y que se llegó a estrenar en el Festival de Teatro Clásico de Mérida con una revisión de La Odisea de Homero-, definió el teatro como «vida y ficción, ficción que es vida».

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