Crítica de AVATAR

Por Alan Luna

Alguien dijo que ver Avatar era como ver Star Wars por primera vez. La verdad es que no es para tanto. Lo innovador en Avatar, el nuevo film de James Cameron, está en la interacción de lo real con lo virtual. En ello radica su innovadora belleza. Por eso es que el nombre encaja perfecto en el concepto.


“En el marco del hinduismo, un avatar es la encarnación terrestre de un dios”, dice Wikipedia. Pero para reseñas más terrestres, y frikis, un avatar es un icono -una imagen o animación- que uno utiliza para identificarse (o camuflarse) en La Red.


Volviendo al Film. La trama es previsible en un sentido lineal: el elegido, los buenos y los malos, y el final feliz. La historia es la siguiente: una comunidad nativa extraterrestre, los Na’vi (seres de tres metros, azules y con cola), ven amenazado su mundo por una muy humana Evil Corporation que busca desplazarlos de su territorio, de su lugar sagrado, con la única finalidad de conseguir un preciado y costoso mineral. Para lo cual infiltran a un ex soldado entre los Na’vi, aprovechando una tecnología que ha logrado crear avatares: clones de Na’vi controlados por conciencias humanas. La misión de Jake Sully, el marine infiltrado, es convencer a los nativos de abandonar su hogar milenario, pero en el proceso, de obligatorio aprendizaje que tiene que realizar para ser aceptado por los Na’vi, descubre el amor y una conexión inesperada con la naturaleza que lo rodea. Los humanos no desean esperar más y arremeten contra los Na’vi brutalmente. Desean dejar una “necesaria lección” de quién es el más fuerte. La resistencia no se hace esperar y la guerra empieza.


A pesar de ser una trama repetitiva, Avatar te atrapa, te enamora de su mundo lleno de extremos y de connotaciones didácticas. En realidad es un mensaje de esperanza empaquetado en juegos artificiales. Y aunque ya no creamos en moralejas nos dejamos llevar por la esperanza de la inocencia. Quizá de eso trate el cine: de asumir una mágica desconexión con lo previsible.


El mundo actual no está lejos de la realidad sociocultural de Avatar. Para muestra un botón: Bagua. Por lo que muchos bloggeros han rebautizado al film de James Cameron como “Baguatar”. Las similitudes saltan a la vista. Salvo, obviamente, los finales.


Avatar es una película bella y esperanzadora. Son casi tres horas de pirotecnia visual con una moraleja. Pero no necesita más, por ahora.


Recomendable.

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