Locutores de AM en Cajamarca


Por Alan Luna


Cabinas no tan estrechas en un tercer piso. Gradas oscuras y alfombras azules. Luces blancas y afiches, muchos afiches de artistas folklóricos, algunos conocidos, otros por conocer, y otros indescifrables. Colores couché sobre paredes contraplacadas de tripley y algunos escritorios.


“Radio Campesina de Cajamarca” es una institución en el medio, y no solo por haberse consolidado como dependencia del Estado: “la radio está más cerca de la gente”; sino, por representar un icono cultural, en todo sentido, básicamente por ser el reflejo sociocultural de la evolución del arte popular en nuestra región.


“Este domingo, domingo, caravana folklórica en Palo Viejo…”, etc., la acostumbrada y ya emblemática alocución pop art de la realidad peruana, trasvasada de un género a otro, no se sabe si de la chicha al folklor o viceversa. El sentido es el mismo. “Este domingo, domingo…”, cliché para identificar a un género muy sui generis de locutores radiales: los locutores de la AM.


En Radio Campesina encontramos a Tomás Gutiérrez Medina (33), locutor desde hace trece años, desde la misma fundación de la radio, y conductor estrella de espacios como El mensajerito campesino que va de 8 a 10 pm, de Noches de fiesta de 10 a 12 de la noche, y de Buenos días Campesina, en el sacrificado pero necesario horario de 3 a 5 de la madrugada. El espacio entre las 12 de la noche y las 3 de la mañana lo dedica a descansar, en el propio local: su segunda casa.


Pero, qué significa AM, Amplitud Modulada. La explicación es por demás sosa: “(Amplitude Modulation) es un tipo de modulación lineal que consiste en hacer variar la amplitud de la onda portadora de forma que esta cambie de acuerdo con las variaciones de nivel de la señal moduladora, que es la información que se va a transmitir”. Para entendedores y para los que no entendieron, simplemente: avanzar el dial, aplastar un botón, o correr una palanquita en la vieja radio-grabadora, y esperar que, entre la estática, “agarre” la señal, a veces con suerte.


Tomás cuenta como ha cambiado todo a través del tiempo y de la tecnología. Cuando ingresó a la radio, gracias a un amigo –de quien “adoptó” la vocación radial- (en aquellas épocas la paga era de 50 a 60 soles), todo era manual y analógico a tal punto que aún se utilizaban los discos de vinilo, claro, ya en extinción por el boom ascendente de los cassettes. Incluso las comunicaciones tenían ese extraño encanto personal. O cartas clásicas, escritas a papel, pidiendo mensajitos, o llamadas al carísimo – por entonces- teléfono fijo. Dicho sea de paso, fue a través de mensajes y cartas que conoció a Cristina, la que ahora es su esposa, y con quien tiene dos hijos. Pero en la actualidad la estrella es el celular y los mensajes de texto.


Tomás recibe una llamada: es de Lima. Sorprendente. La chica dice su nombre pero nadie lo recuerda, manda saludos a toda la familia, en realidad a toda, desde el abuelito hasta la concuñada. Pide una canción de Dina Páucar, “esa, pues, que dice: que lindos son tus ojos”; y remata con un sub-mensaje: “a mi amiga (tal) que me llame a la casa donde trabajo porque se ha perdido mi celular”. Es una “trabajadora del hogar”, nutrido sector oyente al que llega la radio. Pero, ¿es posible que la señal llegue hasta Lima? Tomás cuenta que la señal llega hasta Cerro de Pasco, hasta Pichanaqui, Tingomaría, Tarma, hasta la frontera con el Ecuador. Y de todos esos lugares lo han llamado y llegado halagos femeninos, el precio de ser una voz amiga (recuérdese que es la radio del Estado). Claro, ahora –y desde el 99- se adaptaron a la tecnología computarizada. Ya no es necesario pautar cassettes ni CDs, todo está en el amigable Winamp, a un solo clic. Y recuerda también que la radio alcanzó su máxima popularidad en el año 98, durante el nefasto Fenómeno del Niño, ya que muchas radios colapsaban y Radio Campesina era la única que llegaba a donde las demás no podían, y con total nitidez, lo cual también fue utilizado de una triste manera política durante la dictadura fujimorista: los conductores eran obligados a hacer campaña por la reelección, incluso a orientar a la gente sobre qué símbolo o número marcar.


Tomás, natural de San Martín – La Encañada, convertido evangelista, apasionado por la locución desde hace trece años, es también técnico en mecánica automotriz, y dedica el resto del día libre a otras actividades para el sustento de su familia. “Lo que se gana acá no es sueldo, son propinas, esa es la verdad”, dice.

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