Crítica de Sector 9 (Distric 9)


Por Alan Luna

De nombre original Distric 9, este film del director sudafricano Neill Blomkamp (capo creativo en efectos especiales que dio su salto decisivo al cine) y producido por el alegórico Peter Jackson, es una conmovedora fábula sobre el apartheid en su dimensión más conceptual: la segregación racial. Y ya no hablemos solo de razas, también de especies.


El film inicia a manera de documental. El humor corrosivo hace guiños a lo Michael Moore. Luego, la acción -la confrontación- toma protagonismo, para dar paso a un dramatismo sin pausa, sin caer en el error de un desenlace discursivo, aunque sí esperanzador. Sector 9 es una película lograda en todo sentido.


Extraterrestres -llamados despectivamente langostinos- han encallado, enfermos y desamparados, en nuestro planeta. Los humanos a través de instituciones como la MNU los ubican en una zona controlada, que con el tiempo se tuguriza y sobrepuebla, lo que genera un ambiente hostil. Hostilidad que los humanos han desarrollado y aprovechado de alguna manera. Se crean bandas de traficantes al interior del Sector 9. Y no solo al interior. Afuera, hay mucho interés de empresas y gobiernos por las armas que solo los alienígenas pueden accionar (interacción ADN).


El drama se agudiza cuando la MNU quiere reubicar a los alienígenas en un nuevo hábitat, por lo visto en uno peor, prácticamente un campo de concentración. Y lo quiere hacer a través de una “controvertida” misión de desplazamiento, que recae en los hombros de Wikus, un singular empleado de la MNU.


Wikus es uno de los catalizadores del drama. Él es parte -en un inicio- de la fuerza marginadora; y luego, un marginado, un peón necesario, un elemento descartable, y finalmente un perseguido por su propia especia, la humana.


Una de las mejores películas del año. Arriesgada e inteligente. Poseedora de un buen guión, gran dirección e impresionantes efectos especiales.


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