Ciudadanos de segunda
Me mata el olor del papel periódico, suerte que ya no lo venden, pero me mata también el olor de los periódicos mismos, ese olorcito mezcla de metal y ropa guardada, al menos así lo siento. El otro día una señora se mató delante de mí. Gritaba que el chinito era inocente, la pobre ya era una zombi, da igual. Lo que pasó fue que dijo que ella esperaba el nuevo juicio y que creía en la democracia que lo juzgaba ¿creer en la democracia que lo juzga? Herejía en medio de la Santa Inquisición. Esa fue su sentencia, le cayeron, la callaron los demás fujimoristas, le quitaron el alma en diez segundos, tú ya no tienes comedor –le dijeron-. Y es que como asustan las señoras cuando te caen encima apretando la quijada inferior.
Esto solo fue un sueño. Lo que no era un sueño, una pesadilla más bien, era la encuesta que un diario –de papel periódico- publicó: Keiko estaba arriba en las encuestas. Fiebre. Cólera. Bacalao. Y el fenómeno del Niño que regresaba. Nada tenía sentido. Era otro sueño. Otro y otro sueño. Indulto. Arresto domiciliario. Creo que necesitas dormir, no vaya a ser que llegue el día que despertemos siendo ciudadanos de segunda categoría.
Esto solo fue un sueño. Lo que no era un sueño, una pesadilla más bien, era la encuesta que un diario –de papel periódico- publicó: Keiko estaba arriba en las encuestas. Fiebre. Cólera. Bacalao. Y el fenómeno del Niño que regresaba. Nada tenía sentido. Era otro sueño. Otro y otro sueño. Indulto. Arresto domiciliario. Creo que necesitas dormir, no vaya a ser que llegue el día que despertemos siendo ciudadanos de segunda categoría.
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