A la sazón de los tiempos violentos, mismo Tarantino, el Perú necesita una fuerza extra para contener lo que Meche Cabanillas no puede: “la delincuencia imperante” –disculpada la terminología periodística-. Las rondas campesinas, sobre todo en el norte (recuérdese Los ronderos de Chota - Cajamarca) hicieron uno de los trabajos más riesgosos y gratificantes que una comunidad puede hacer por su bienestar, defenderse. Claro que sus vidas y luchas ha costado. En la urbe, las rondas vecinales hicieron lo suyo. Pero ahora te toca a ti, amigo peruano de a pie. Tú que no tienes fuerza ni para empujar una carretilla porque la alimentación no te da, porque te lisias al toque, tú que eres un hijito de mamá; tú, amigo blogger que te alimentas con papitas Light y eres más pálido que el jabón Bolívar.
Pero, al margen del nuevo y salvaje Oeste que termine imponiéndose en las calles caóticas de nuestras ciudades, ¿cuáles son los verdaderos considerandos de la propuesta? Por ejemplo, si un vecino está aliviando la vejiga en un parque público ¿es candidato al arresto ciudadano? Si uno de los destructores rastrilla su arma en un alarde etílico, ¿le metemos pie y lo llevamos a la comisaría? Si una vecina de costumbres ligeras ventila su profesión en inadecuadas horas del día, ¿la apresamos y nosotros mismitos la interrogamos? Si un político no cumple su promesa electoral, y es más, lo hallamos prometiendo más, ¿lo podemos llevar de frente al calabozo? Si uno de nuestros familiares roba Internet o cable, ¿llamamos a Indecopi, mientras lo amordazamos con los mismos cables de la conexión? Si un periodista miente descaradamente en un diario o medio televisivo, ¿expropiamos el diario o el canal? Si el tipo del tatuaje y motocicleta nos quita a nuestra chica, ¿lo arrestamos por “daño psicológico”? Si nuestro vecino nos cae mal porque pone la música tan alta que hace que las gallinas pongan huevos de aire, ¿le metemos una molotov? ¿El mal gusto también cuenta como delito? ¿Cuántos maridos que encuentren a sus esposas en los brazos de González, tendrán la delicadeza de llamar a Serenazgo? ¿Cómo detener a un choro maratonista y poseedor del record nacional de cien metros esquineros? ¿Cómo detener a un avezado masticapólvora sin esperar luego sus ingeniosas y cálidas represalias? ¿Cómo detener a un presidente cuando abre la boca u opina en un diario?
Pero, al margen del nuevo y salvaje Oeste que termine imponiéndose en las calles caóticas de nuestras ciudades, ¿cuáles son los verdaderos considerandos de la propuesta? Por ejemplo, si un vecino está aliviando la vejiga en un parque público ¿es candidato al arresto ciudadano? Si uno de los destructores rastrilla su arma en un alarde etílico, ¿le metemos pie y lo llevamos a la comisaría? Si una vecina de costumbres ligeras ventila su profesión en inadecuadas horas del día, ¿la apresamos y nosotros mismitos la interrogamos? Si un político no cumple su promesa electoral, y es más, lo hallamos prometiendo más, ¿lo podemos llevar de frente al calabozo? Si uno de nuestros familiares roba Internet o cable, ¿llamamos a Indecopi, mientras lo amordazamos con los mismos cables de la conexión? Si un periodista miente descaradamente en un diario o medio televisivo, ¿expropiamos el diario o el canal? Si el tipo del tatuaje y motocicleta nos quita a nuestra chica, ¿lo arrestamos por “daño psicológico”? Si nuestro vecino nos cae mal porque pone la música tan alta que hace que las gallinas pongan huevos de aire, ¿le metemos una molotov? ¿El mal gusto también cuenta como delito? ¿Cuántos maridos que encuentren a sus esposas en los brazos de González, tendrán la delicadeza de llamar a Serenazgo? ¿Cómo detener a un choro maratonista y poseedor del record nacional de cien metros esquineros? ¿Cómo detener a un avezado masticapólvora sin esperar luego sus ingeniosas y cálidas represalias? ¿Cómo detener a un presidente cuando abre la boca u opina en un diario?
Article written by AUTHOR_NAME
WRITE_ABOUT_YOURSELF
Follow YOUR_NAME on Twitter
0 comentarios:
Publicar un comentario