Taller: “Cómo crear cortinas de humo”, para periodistas principiantes

Para una revista de pronta aparición...

Por Ybrahim Luna

El material está al alcance de todos. La materia prima es la realidad misma. La realidad misma es una cortina de humo. Lo único que el aprendiz de periodista necesita es un olfato pirotécnico o post pirotécnico, nada más.


¿Qué es una cortina de humo? Es eso mismo: una cortina de humo. Recuérdese, por ejemplo, el truco que los ninjas acorralados utilizaban en las películas para escapar de sus enemigos. Por supuesto, era una cortina de humo -a veces de colores- que emanaba en ebullición de una diminuta bolsita sujeta al cinturón del guerrero japonés.


OK. Pasemos a la realidad.


La cortina de humo -a la peruana- puede ampararse en una absoluta mentira, en una verdad a medias o en una verdad a sobredimensionar. Todo vale. La idea es distraer la atención de esos otros asuntos que sí importan. Esto no quiere decir que el hecho, fuente de la cortina de humo, no sea importante, pero lo es en menor medida que lo que sí es trascendente para una nación.


Ojo: no hay cortina de humo pequeña sino mal preparada.


Advertidos, iniciemos.


Veamos algunos ejemplos de lo que el aprendiz de periodista puede poner en práctica.


1.-Navajas, agujas, imperdibles o tachuelas oxidadas te pueden llenar media semana de noticias. Poner esos puntiagudos implementos dentro de un pan tibiecito es el escándalo perfecto para comentar durante el resto del día. Entrevistar a la ofendida (cómplice) ama de casa que casi pierde el labio, organizar una redada a la panadería del terror -tomando en cuenta que pocas panaderías de barrio cumplen con las reglas sanitarias- y abrir el segmento del noticiero a las 7 a.m. con una microondas desde la comisaría del distrito con el metálico cuerpo del delito envuelto en una servilleta, harán el resto del trabajo. Ya tiene su primer elemento distractor: indignación.


2.-Urgente. Se revela una innegable vinculación entre un ministro y un chuponeador de la peor calaña. No se agite. Aquí la solución.


Una vedette, por supuesto. ¿Que qué tiene de interés público? Mucho, si usted sabe manejar la idea. Una vedette es el kamikaze perfecto para cualquier misión que requiera de un escándalo con páginas rosas en cualquier kiosco del país. ¿Cuál escándalo? Por ejemplo que inició en los ejercicios amatorios al mismísimo nieto de González Prada, Ricardo Palma o de Hipólito Unanue. No importa el personaje, lo que importa es que suene a escándalo sexual. Una foto de la generosa vedette posando sus redundancias junto al busto del personaje elegido será un golazo para los diarios chichas. Y nada mejor si llega la policía y la detiene por alterar el orden público. La tele enloquecerá. Un éxito para un par de semanas.


Aparecerá un segundo elemento distractor: el morbo.


3.-Y la obra maestra de las cortinas de humo: los asesinos, reales o inventados.


Apodos como “el monstruo de los cerros” funcionaron bien para los 90. Pero ya es tiempo de innovar. Qué tal “el monstruo del Chat” o “el monstruo del Twitter”, o para ser más populosos “el monstruo del Hi5”. Queda.


No importa que no haya víctimas. Los condicionales “sería” y “habría” acudirán en su ayuda. El monstruo del Hi5 aterrará a cualquier padre que sepa que sus retoños consumen horas y horas de Internet después del colegio o la universidad. Los miembros de las APAFA de todo el país tomarán cartas en el asunto. Una histeria colectiva atrapará a los frustrados adolescentes -y chiquiviejos- que prohibidos de subir sus fotos personales a la tribuna virtual más pública del país recurrirán a extrañas maneras de comportamiento con tal de rellenar sus vacías existencias: como leer un libro, por ejemplo.


Y aquí un tercer y último -por ahora- elemento distractor aparece: el miedo.


No lo olvide.- No hay que forzar una cortina de humo. Hay que dejar que respire y que tome vuelo propio, el público hará el resto. Como todo padre, hay que tener plena conciencia de que algún día nuestra creación empezará a caminar sola y entonces habremos perdido a la niña de nuestros ojos. Y así como un día apareció por una necesidad, un día sin saber mucho cómo o por qué, desaparecerá para siempre en los archivos de dichosas épocas pasadas, tan fecundas para distorsionar la verdad. Hablamos de un par de semanitas a tras, nomás.

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